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En estos tiempos de prisas los viajes son cada vez más cortos, lo habitual es llegar a los destinos y cruzar las fronteras en avión. En tan solo unas pocas horas de vuelo dejamos atrás nuestros referentes culturales, gastronómicos, religiosos etc y nos encontramos con un mundo muy diferente al nuestro. No hay apenas tiempo para adaptarse, si en cambio, pudiéramos disponer del tiempo necesario para realizar el viaje más lentamente, el impacto sería mucho menor, todo resultaría más sencillo tanto para el cuerpo como para la mente.

Llegué a Guinea, entonces se llamaba Guinea Conakry, desde Senegal. Se trataba de ascender a pie durante 3 días las montañas de Futa Djallon, frontera natural entre los dos países. La idea de partir hacia Conakry surgió de forma fortuita en una cena en Dakar. Tardé poco en decidirme, tramité mi visado y marché hacia Dindefelo en el corazón del país bassari senegalés.

Dormí allí un par de noches e hice caso a mi amigo Nico: “Si necesitas un guía, ni lo dudes, Alpha es el mejor “. Le encontré y enseguida llegamos a un acuerdo satisfactorio para los dos. Me acompañaría hasta Labé en Conakry, luego él regresaría a su aldea y yo continuaría mi viaje. Era el mes de agosto, estábamos en plena estación de lluvias y desde luego no era la mejor temporada para emprender ese recorrido, pero ya estaba allí y Alpha conforme con partir. No había marcha atrás.

Nada más abandonar Dindefello tuvimos que ascender un largo tramo de subida muy dura, pronto descubrí que esto no había hecho más que empezar. Hacía mucho calor y la humedad era muy fuerte. Nos cruzábamos con lugareños que venían cargados con tremendos fardos, los saludos eran largos y las infinitas letanías se iban perdiendo mientras nos alejábamos con nuestro lento caminar. Paso a paso subíamos y subíamos. Alpha me miraba y con el dedo gordo de su mano derecha me hacia la señal de “todo bien”, yo asentía, aunque era más un deseo que la pura realidad, estaba agotado pero seguía avanzando. Los paisajes que me rodeaban eran soberbios.

La primera noche dormimos en una aldea, ni siquiera recuerdo su nombre. Alpha tenía allí algunos amigos y nos recibieron con sinceras sonrisas y apretones de manos. Yo, apenas cené, caí muerto en una sencilla cama de una pequeña choza. Habían organizado una fiesta en mi honor, no era muy usual que un blanco utilizara esta ruta para entrar en Conakry, pero yo apenas disfruté de la celebración, bastante tenía yo con reponerme para continuar el viaje. Al día siguiente madrugamos y continuamos la marcha. Más de lo mismo, lo mejor es que cada vez quedaba menos subida y menor distancia a nuestro destino final. Confieso que a pesar de no haber sido un viaje fácil, me encanto la experiencia, y los 3 días de larga y dura caminata fueron de sobra compensados por los soberbios paisajes que disfruté durante todo el recorrido. Conocí gentes sencillas y amistosas y siempre me sentí cuidado y protegido mientras ascendí el Futa Djallon, una de las montañas más singulares y desconocidas del África Occidental.

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