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Hace poco leí en una revista que una compañía aérea anunciaba que en poco tiempo todos sus vuelos dispondrían de wifi gratuita, que horror, pensé inmediatamente. No soy de los que piensa que deberíamos seguir leyendo en papiro o en tablillas de arcilla, pero tampoco me gusta esta obsesión enfermiza de “compartir”. Hay muchas personas que cuando viajan, ni miran ni ven y solo están pendientes del dichoso “palo selfie” y de subir inmediatamente  sus comentarios insulsos en esa inmensa marea de Youtube, WeChat, Qzone,Tumblr, Linkedin, Weibo, Instagram, Snapchat, Baidu, Teiba, Viber, Reddit, Line, Soundcloud, Telegram, Badoo, Pinterest, Spotify,Taringa,Tagged etc. Yo me quedo con ese comentario que leí el otro día en un bar de Madrid: «No tenemos wifi. Hablen entre ustedes. Es gratis”.

En muchos viajes, a menudo la máxima obsesión al llegar a un hotel o restaurante, es saber si hay wifi y obtener la contraseña para comunicar a amigos o familiares, que están a miles de kilómetros, donde nos encontramos y que hacemos en ese preciso instante. Eso sí, con los que tienen al lado ni los miran. Los sociólogos ya hablan de una sociedad superficial donde la imagen se está convirtiendo en el principal valor del individuo y donde vales tanto, como “likes” tienes de tus “followers”.

España tiene el record de ser el país con más alto porcentaje de móviles por habitante en el mundo, ante esto ya hay un movimiento que pide moderación digital y restricciones similares al alcohol o el tabaco con en el uso de móviles en autobuses públicos, museos, catedrales, etc.

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