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Según cuentan, “se puede cambiar de mujer, e incluso de partido político pero de lo que nunca se cambia es de equipo de futbol”.

Si hay un equipo con tradición e historia en el futbol chileno este es sin duda el Colo-Colo. Fundado en 1.925 en el Quitapenas, una vieja “picada”, cantina, santiaguina, por algunos ex jugadores del Club Social y Deportivo Magallanes entre los que se encontraba David Arellano. Su escudo, con mínimos cambios desde su fundación y el nombre de Colo-Colo se debe a un cacique araucano.

De siempre le tuve cariño a este equipo chileno, quizás porque de muy niño le vi jugar en el estadio Manzanares frente a mi equipo, el Aleti, “los otros indios”. Por eso en mi último viaje a Chile decidí visitar el estadio Monumental y el museo que hay en él.

Era una visita guiada, y la disfrute mucho. Estaba rodeado de  hinchas del Colo-Colo y se veía la emoción y el orgullo en su ojos, me sentí muy identificado con ellos. Quizás para los que no sean seguidores de un equipo de futbol no les sea fácil entender este sentimiento.

Visitamos el estadio Monumental por dentro y por fuera, las gradas con nombres tan sugerentes como la propia geografía chilena, sector Arica, Cordillera, Océano y Magallanes, la parte donde se sitúa su hinchada mas fiera y para muchos considerada peligrosa, la Barra Blanca, accedimos al césped por el túnel de vestuarios y por donde saltan los jugadores en cada partido, los banquillos de suplentes, la sala de prensa y finalmente el museo repleto de copas y títulos.

Museos hay muchos en Santiago y de algunos ya he hablado en este espacio, pero para un amante del futbol y de las tradiciones la visita al estadio Monumental y al Museo del Colo-Colo ha sido algo muy entrañable.

Ahora solo me falta ir a un partido, por cierto la camiseta ya la tengo.

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