Rate this post

Hace años viaje al archipiélago de las islas Bijagos en Guinea Bissau para  ver al único hipopótamo del mundo que vive en agua salada, y también el desove de las pequeñas tortugas verdes de la isla de Poilao.

Pero la vida y los viajes a menudo nos guardan agradables sorpresas.

Leí antes de partir que, en aquellas aguas, aunque no era fácil, era posible ver manatíes. La verdad es que no tenía muchas expectativas de observar a este escurridizo animal cargado de leyendas, pero un día navegando plácidamente cerca de la costa, un tremendo ejemplar paso junto a nuestra barca, fue un instante muy corto, apenas una visión, pero nunca se me olvidará su silueta ni su mirada. Lamentablemente no volvió, nunca más he vuelto a ver un manatí.

Este mamífero marino es herbívoro, pertenece a la familia de los sirenios y en lugares como el rio Ucayali en el Amazonas peruano, los indígenas le temen, en cambio en el rio San Juan en Nicaragua es símbolo de maternidad.

Desde el siglo XV, tiempos de los primeros navegantes españoles por América y cuando esta era una tierra de fantasías y de descubrimientos maravillosos se le asocio con las sirenas. Múltiples crónicas, incluso Colón hablan de este enigmático animal con más fantasía y ensoñación que realidad.

Si os interesa la leyenda de este animal os recomiendo que intentéis conseguir el libro Ocaso de sirenas y esplendor de manatíes, escrito por el peruano José Durand y publicado en 1953. Una autentica joya, yo lo acabo de comprar en una librería de viejo y lo estoy disfrutando un montón.

Eso sí, sueño con que ojala en algún próximo viaje me encuentre con otro manatí.

Deja un comentario