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Cementerio Okunoin de Koyasan

Cementerio Okunoin de Koyasan

Siempre me atrajeron los cementerios, no soy de gustos morbosos y la verdad es que no sabría explicar muy bien el motivo de mi atracción por lugares tan aparentemente tristes, solo sé que simplemente me agrada pasear por ellos. Que conste que no soy el único. Se han escrito guías turísticas de cementerios del mundo. Para algunos, el atractivo es la belleza escultórica de las sepulturas, como por ejemplo el de La Habana, que se ha convertido en un precioso museo al aire libre, otros como el Pere Lachaise de Paris es un lugar de peregrinación donde acuden miles de visitantes cada año para ver las tumbas de los ilustres personajes que están allí enterrados, a otros en cambio les atraen los emplazamientos de los camposantos, como por ejemplo el de San Juan de Puerto Rico que está situado frente al mar gozando de unas maravillosas vistas, otros en cambio son extraños y curiosos, como por ejemplo el cementerio chino de Manila, donde las familias van de fiesta y comida los fines de semana. Hay por lo tanto muchos y diversos motivos para acudir a los cementerios desperdigados por todo el mundo.

Cees Nooteboom, el escritor holandés, se pregunta en su excelente libro, Tumbas de poetas y pensadores, ¿Porqué visitar la tumba de alguien a quien no hemos conocido en absoluto? Pues ya vemos que no hay una única respuesta.

Koyasan está situada en la prefectura de Wakayama, a unos 80 kilómetros al oeste de Osaka y hasta allí acuden miles de visitantes cada año. En esta ciudad fue fundada por Kobo Daishi en el año 816 la secta Shingon, una rama tántrica del budismo.

Una visita obligada en Koyasan es el cementerio Okunion, el mayor de Japón y donde están enterrados ilustres personajes nipones. En sus 2 kilómetros de largo hay más de 200.000 tumbas desperdigadas entre preciosos cedros de más de 300 años de antigüedad. Me encanto el lugar.

Deambulé tranquilo entre las tumbas, pasee sin rumbo fijo entre las sepulturas y esculturas, muchas de ellas cubiertas de musgo, la quietud que envolvía el lugar y la atmosfera que allí se respiraba lo convirtió en un placentero e inolvidable paseo.

Una de las cosas que más me sorprendieron fue la gran cantidad de pequeñas figuras de budas esculpidas en piedra arropadas con gorros de lana, baberos y bufandas rojas. Alguien me explico que esos “jizos“ son la representación del bodhisattva Jizo Bosatsu y su función era ser los guardianes de las almas de los bebes que habían fallecido, y también protectores de las mujeres embarazadas y de los viajeros.

Me agrado saber, que al menos en Japón, haya alguien dedicado a proteger a los viajeros. Y por lo tanto ya tengo un motivo más para situar al cementerio de Okunion en las lista de mis favoritos.

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