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Desde niño me encantaron los mapas. Sentía pasión por aquellos trozos de papel donde veía dibujados ríos, cordilleras, fronteras entre países, corrientes marinas, incluso en algunos de ellos venían preciosos dibujos de los animales que habitaban aquellos territorios. Soñaba con poder viajar en algún momento por esos lejanos países, quizás por eso las clases de geografía me entusiasmaban y mi pasión por coleccionar atlas y globos terráqueos se convirtió pronto en una de mis sagradas aficiones.

Tengo una extensa colección, pero eso no impide que siempre esté dispuesto a conseguir nuevos ejemplares. Al, “ya no tienes sitio donde meterlos “intento no hacerle caso y la verdad es que siempre consigo encontrarles hueco en mi atiborrada biblioteca. Mis dos últimas adquisiciones, son dos preciosas joyas, Atlas de los lugares soñados y Atlas de países que no existen, ambos editados recientemente con mimo por Geoplaneta.

Confieso que los devore nada más tenerlos entre mis manos y que he disfrutado mucho con cada una de sus páginas, y también sé que lo seguiré haciendo con nuevas y más reposadas lecturas. Los textos son muy interesantes y también las ilustraciones.

Como no apasionarme al leer sobre Tartaria, Kafiristán, el Reino del Preste Juan, las fuentes del Nilo, Tierra del Fuego, Lemuria, Abjasia, Crimea, Ogonilandia, Araucania, Nagaland y tantos otros nombres con los que cualquier viajero ha soñado alguna vez.

Si todavía no habéis mandado la carta a los Reyes Magos, ni lo dudéis, incluirlo en vuestras peticiones. Solo os deseo que hayáis sido lo suficientemente buenos durante el último año  para mereceros este valioso, que no caro, regalo.

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