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Iglesia católica de Fakarava

Iglesia católica de Fakarava

Hay una actividad en la que casi todos los habitantes de la Polinesia Francesa participan cada domingo, asistir a misa.

El sábado parte el Aranui de la Isla de Tahiti rumbo a las islas Marquesas. Su primera singladura tras bordear la isla de Moorea es la isla de Fakarava en el archipiélago de las Tuamotu.

La primera noche de navegación fue tranquila, ni un sobresalto, el mar parecía una balsa de aceite. A un ritmo cadencioso llegamos a primera hora de la mañana a esta isla declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO. Atracamos en el sur, en Tetamanu, la antigua capital, aunque quizás ese calificativo sea muy pretencioso para una isla en la que tan solo viven unos  700 habitantes.

Para mí, que de niño fui a un colegio de curas y que por obligación asistíamos a misa todos los días, nunca pensé  que ir de nuevo a misa se convertiría en una agradable actividad. Pero en la Polinesia todo puede suceder.

Todo el mundo, sobre todo las mujeres, que lucen grandes y coloridos sombreros, se engalana para asistir al oficio religioso. Poco a poco la gente va llegando y tras los protocolarios saludos  acceden al templo, los niños entran y salen juguetones, a nadie parece importunarle sus carreras. Todo es muy relajado.

La iglesia católica, hay otra cercana protestante, está situada frente a la playa junto a un precioso mar de color esmeralda que ya inmortalizó en sus cuadros el pintor francés Henri Matisse en 1.930. La iglesia se construyó en 1.874 con coral, los muros son de un blanco radiante, tanto, que casi hace daño a la vista, los tejados son de color rojo y el interior está decorado de manera sencilla.

Una curiosa particularidad, al menos para mí lo fue, es que todas las imágenes del templo, incluidas las 12 estaciones del viacrucis eran personas de facciones polinésicas. Esos rostros no los había visito anteriormente en ninguna iglesia, a pesar que Jesús nació en Belén y sus padres en Palestina, todas aquellas figuras tenían los rostros cien por cien polinésicos.

El oficio religioso comenzó con alegres melodías polinésicas, todo el mundo cantaba feliz.

Yo estaba situado al fondo del templo, y admiraba todo aquello como si se tratara de una película. No estuve muy atento a la celebración religiosa pero en cambio no perdí detalle de todo lo que allí iba sucediendo. Cuando acabo, espere pacientemente a que todo el mundo saliera de la iglesia, hacía muchos años que no había disfrutado tanto en una misa.

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