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Navegando en «mokoro» por intrincados y frondosos canales

Leí recientemente en el periódico: “La Tierra ha perdido la mitad de la vida salvaje en las  últimas cuatro décadas“.

Por lo visto hay que darse prisa para poder observar entornos de naturaleza salvaje. El respeto del hombre por aquello que nos rodea, y que deberíamos cuidar porque va en ello nuestra supervivencia, parece que vive horas bajas.

Botswana, ese país situado en el sur del continente africano, es todavía y ojalá que por mucho tiempo, uno de los lugares del planeta donde todavía se puede apreciar vida salvaje en todo su esplendor, siendo el Delta del rio Okavango uno de esos santuarios que hay que visitar al menos una vez en la vida.

El Okavango es un rio cuyo curso no sigue ninguna lógica, nunca enfila hacia el mar y su desembocadura se pierde en el desierto del Kalahari, creando un mundo casi infinito de meandros, islas y canales. Dormir en las “casas barco” a la luz de las estrellas es una experiencia única y fascinante. También lo es, y seguimos metidos en el agua, recorrer cómodamente sentado en los “mokoros”, a un ritmo pausado los intricados canales ocultos entre abundante vegetación.

Los “mokoro” son largas y delgadas canoas construidas en madera. Gracias a los hábiles guías que consiguen desplazar estas frágiles embarcaciones con pericia utilizando una larga pértiga que van clavando  en el fangoso fondo vamos descubriendo los intrincados y ocultos cursos de agua. Toda una relajante experiencia en un entorno único.

No siempre la fascinante vida salvaje africana hay que descubrirla a través de las ventanillas de los rápidos y potentes vehículos 4×4.

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