Desde la última vez que estuve en las Hoces del Río Duratón en la provincia de Segovia, apenas 1 hora larga en coche desde Madrid, había pasado mucho tiempo, quizás demasiado. Por eso, el pasado domingo, con el pretexto de llevar a unos amigos chilenos para que conocieran el lugar, me planté en uno de los paisajes que desde siempre más me ha fascinado.
Las hoces del Río Duratón, uno de los afluentes del Duero, se han creado tras un largo proceso geológico de erosión de roca caliza que ha durado millones de años. El hondo cañón por donde circula el río de aguas verdosas mide unos de 27 kilómetros de largo y está encajonado por paredes de más de 100 metros de altura. En estos riscos de caída vertical vive la colonia de buitres leonados más grande de Europa. Es muy emocionante poder observar los vuelos de estas aves de grandes alas desde privilegiados miradores naturales. En algunos tramos y debido a la orografía y profundidad del cañón, los buitres vuelan por debajo de nuestra posición, siendo toda una curiosa experiencia tener que inclinar la cabeza para verlos planear plácidamente bajo nuestra atenta mirada.
En un privilegiado espolón rocoso sobre las hoces del río se encuentra la ermita románica de San Frutos, cuentan que a este privilegiado lugar, dependiente en su momento del Monasterio de Silos, se retiro el santo para vivir una vida contemplativa y de contacto con la naturaleza, desde luego no escogió mal lugar.
Cuentan también que el santo hizo numerosos milagros y que los pájaros se posaban tranquilos en sus manos, de ahí que San Frutos tenga el curioso apodo de “el pajarero”.
Entre buitres leonados y preciosos paisajes me hago una promesa, la próxima vez que me aventure por estas tierras segovianas será para recorrer las Hoces del Río Duratón en canoa, llevo ya demasiado tiempo con esa asignatura pendiente.
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