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Nuestra próxima parada fue Benarés, Varanasi. Tanto se ha escrito de esta ciudad y tanto se seguirá haciendo que necesitaría no una, sino decenas, centenares de vidas para poder leer y disfrutar tan solo de una mínima parte de lo que esta ciudad fundada a orillas del sagrado rio Ganges puede ofrecerme. Varanasi, Benarés, la ciudad de Shiva, el destructor, la antigua Kashi, que por muchos nombres es conocida desde su fundación, es una de las siete ciudades sagradas para los hinduistas.

Es el todo y la nada, es el principio y el fin, es muerte pero también vida, es santa pero también miserable, es caótica pero a la vez ordenada, En fin que hay que estar muy alerta y con los cinco sentidos atentos para intentar captar las mil y una caras que nos ofrece a cada instante la misteriosa y caleidoscópica Varanasi.

Los ghats, esas escalinatas que bajan hasta el Ganjes facilitando la inmersión en las sagradas aguas de los millones de peregrinos que pasan a diario por la ciudad, vistos al amanecer son muy diferentes de los que vemos al atardecer cuando están iluminados por luces mortecinas de miles de velas. Las ceremonias vespertinas parecen no haber cambiado desde el principio de los tiempos.

Desde Varanasi voy a Sarnath, que se encuentra a tan solo 10 kilómetros y que fue el primer lugar al que se dirigió Buda  tras haber alcanzado la iluminación. En el Parque de los Ciervos  pronunció su primer sermón o “primer giro de la rueda del dharma “ante tan solo cinco discípulos.  A partir de ese momento, sus enseñanzas se fueron trasmitiendo y sin duda algo iba a cambiar en el mundo a partir de ese instante.

Kushinagar, me permitió conocer el lugar que escogió Buda para abandonar su existencia terrenal. En un sencillo templo hay una estatua de Buda dorado de 6 metros de largo que representa al maestro en su lecho de muerte, esta tumbado sobre su lado derecho con las piernas ligeramente  dobladas y la cabeza orientada hacia el norte.

Fotos: 1: Navegando por el Ganjes 2 y 3: Kushinagar 4,5 y 6: Cuaderno de viajes

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