Miniguía para visitar el Mont Saint Michel

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Tenemos muy claro que París es la ciudad del amor. Sus calles, su ambiente, la archiconocida Torre Eiffel… No dejan lugar a dudas. Tan interiorizado tenemos su aire de romanticismo que a veces se nos olvida que en Francia hay infinidad de rincones con tanto encanto como su capital. Hoy, viajamos a Normandía para recorrer uno de los lugares más sobrecogedores del país galo: el Monte Saint Michel. Un escenario de cuento medieval que ya se conoce como “la joya de Francia”. ¿Estás preparado para emprender este nuevo viaje? ¡Sigue leyendo y descubre todo lo que te espera!

 

Patrimonio de la Humanidad

El Mont Saint Michel presume desde 1979 del galardón que otorga la UNESCO y que le reconoce como uno de los Patrimonios de la Humanidad. En este rincón de Francia se unen un valor histórico incalculable y una excelente y sorprendente fusión con el entorno natural. El casco histórico se une a la bahía y a sus impresionantes mareas, que por horas hacen aparecer y desaparecer el camino de unos dos kilómetros que lleva hasta el monte.

Tan sorprendente es el efecto de las mareas que se han invertido numerosos recursos destinados a frenar la amenaza de su desaparición. En los últimos tiempos, todo parecía indicar que la tierra le iba a ganar el espacio al mar e íbamos a dejar de disfrutar de espectáculo de contemplar el Mont Saint Michel como un islote durante determinadas horas del día.

 

La visita estrella: la Abadía

Imponente ante nuestra mirada, encontraremos la gran abadía que ocupa la mayor parte del islote del Mont Saint Michel. Desde lejos, sorprende; al acercarnos más, nos cautiva; y en su visita, nos regala grandes dosis de historia medieval del país. No podemos obviar que se trata de una construcción de más de 1300 años de antigüedad, que comprende la iglesia y la torre central, pero que empieza mucho más abajo, con tres plantas divididas en una veintena de salas por las que perderse será un placer. Perderse en el sentido más literal posible, ya que la andadura nos llevará a olvidar el mapa y la brújula y a vagar por sus estancias sin tener del todo claro en qué punto o piso nos encontramos.

El edificio de estilo gótico, que se construyó para rendir culto al arcángel San Miguel, quien da nombre al lugar y lo vigila desde las alturas en forma de estatua; también se vio convertido en una cárcel durante la Revolución Francesa, hasta 1863. Sus murallas de 80 metros de altura y varios kilómetros de distancia resguardan la abadía y protegen el lugar, como la mejor de las fortificaciones.

 

Las mareas

El mar que rodea el Mont Saint Michel es uno de los atractivos que llevan a los viajeros a acercarse hasta este rincón de Normandía; y es que las subidas y bajadas de las mareas consiguen cambiar radicalmente el paisaje. Entre su punto más alto y más bajo, el agua alcanza una diferencia de 15 metros. Durante este recorrido, el mar va cubriendo la pasarela que lleva hasta la entrada del monte y lo convierte en un gran islote.

Tras visitar la abadía, puedes sentarte a disfrutar del cambio de paisaje y hacer de tu visita a Normandía una experiencia única. Eso sí, deberás consultar los horarios y cambios de mareas antes de tu viaje, ya que estas no todos los días se comportan igual, ni llegan a su altura máxima. También podrás contemplar este fenómeno desde lejos, desde el otro lado de la pasarela que te acerca al monte, para advertir todo el esplendor de este peculiar paisaje francés.

 

El Mont Saint Michel, como ya habrás concluido con esta lectura, es uno de los lugares más especiales de Francia y singulares del mundo; pero no es el único atractivo que encontrarás en la zona. Normandía posee un pasado histórico muy nutrido, por lo que podrás experimentar de primera mano la sensación de pasear por la playa del conocido -y cinematográfico- desembarco de Normandía, que tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial; conocer sus muchos memoriales, cementerios militares y museos; descubrir Rouen, su capital; o sorprenderte con los muchos kilómetros de la Costa de Alabastro, tan característica por sus grandes acantilados de piedra blanca.

 

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