Como en los buenos matrimonios el cine y los viajes se complementan y enriquecen. Muchos de mis viajes han surgido tras ver plácidamente una buena película. Me sucedió tras ver La Misión, dirigida en 1.986 por Roland Joffe e interpretada magistralmente por Robert de Niro y Jeremy Irons. La banda sonora corrió a cargo de Ennio Morricone y es, sin duda, una de las melodías cinematográficas más reconocidas, con tan sólo escuchar las primeras notas musicales cualquiera sabe de qué película se trata.
La película comienza con unas maravillosas imágenes de las Cataratas de Iguazú, región donde los misioneros jesuitas desarrollaron una importante labor religiosa entre los indios guaraníes. Los jesuitas crearon las que se denominaron «reducciones», es decir comunidades auto-suficientes que protegían a los indígenas de las razzias esclavistas. La película recrea en un ambiente histórico de gran turbulencia la reconversión de un cazador de indios en un arrepentido y fervoroso sacerdote defensor de los indígenas.
Los restos de las antiguas misiones en mejor o peor estado de conservación están diseminados por Bolivia, Paraguay, Brasil y Argentina. Las de Bolivia, localizadas en la Chiquitanía las conocí en un anterior viaje así que decidí partir solo para conocer el resto, ya lo dijo Thoreau: “El hombre que viaja solo puede partir hoy, pero el que viaja con otros debe esperar a que el otro esté listo”.
Fue un viaje intenso pero a la vez relajado, los planes los preparaba de un día para el siguiente, y por lo tanto hacía y deshacía sobre la marcha, lugares donde apenas pensaba pasar unas horas me atraparon durante días, y por el contrario en algunos sitios donde pensaba quedarme más tiempo salí escopetado al no encontrarme cómodo. Utilicé infinidad de autobuses recorriendo topo tipo de carreteras y caminos polvorientos, cruce fronteras, dormí en sencillos alojamientos y en algunas ocasiones acepte invitaciones para dormir en casas locales, conocí a gente maravillosa y disfrute de muchas y largas conversaciones, me maraville con paisajes increíbles y nunca tuve el más mínimo percance, y si lo tuve ya no lo recuerdo. Viaje sin ataduras, sin reloj y sin obligaciones con nadie, fue un viaje pleno.
No tengo ya mucho espacio, así que hoy solo os hablare de San Ignacio Mini, la mejor conservada de las misiones argentinas. Construida según el estilo barroco guaraní se pueden observar muchas dependencias originales y que han sido muy bien reconstruidas, también se conservan gran cantidad de tallas de madera y un excelente centro de interpretación. También por la noche hay un excelente espectáculo de luz y sonido en el que poder escuchar maravillosas melodías interpretadas por los indígenas según las partituras originales de los misioneros jesuitas.
Abandoné el lugar con la pena de saber que aquel sueño utópico de los jesuitas, acabó una vez más de forma abrupta y dramática por el egoísmo y la envidia de los gobernantes.
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