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Pez priscacara

Pez priscacara

Siempre me gustó la asignatura de Ciencias Naturales. En el colegio tuve dos profesores, Don Guillermo, el Willy, sus clases eran amenas y divertidas, tenía una forma de enseñar que hacía que disfrutáramos mucho. Don Bartolomé, el Tolo, era otra cosa, siempre llevaba la camisa con manchas y lo único que le interesaba era que creáramos nuestra propia colección de minerales. A veces salíamos de excursión a buscarlos, pero la mayoría de las veces, él se encargaba de vendernos “aquellos tesoros”. Gracias a aquel fenicio profesor forme mi propia colección de minerales, por cierto, todavía la conservo.

El pasado fin semana volví a visitar el museo Geominero de Madrid. Hacía ya bastantes años que no accedía a este bello edificio, situado en el centro de Madrid, pero aun a pesar del tiempo trascurrido lo recordaba perfectamente.

Me gustan los museos antiguos, y este lo es. Se le nota añejo, pero como sucede con los buenos vinos con el paso del tiempo el museo ha ganado en esplendor. Se accede desde la calle Ríos Rosas y enseguida hay que subir por una suntuosa escalera de mármol blanco hasta la gran y única sala diáfana del museo. Tres balconadas a las que se accede por unas estrechas escaleras de caracol repletas de viejas y sobradas vitrinas de madera tallada completan el recinto. En el techo, y dominándolo todo, hay una tremenda y llamativa vidriera policromada.  Hay miles de minerales, fósiles y rocas repartidos entre centenares de kilómetros de vitrinas y estanterías. Todo está muy bien clasificado.

La sección donde más disfrutaba de niño, ahora también, es la de los fósiles. Me parece algo mágico, ver esas piezas de miles, quizás millones de años de antigüedad. Recuerdo todavía algunos de sus nombres, ammonites, trilobites, etc, que parecen sacados de alguna novela de Julio Verne. En esta ocasión me quedé largo rato admirando un precioso fósil encontrado en Wyoming, USA, se trata de un ejemplar perfecto de un pez, el piscacara, una especie de perca. No le faltaba detalle.

Antes de abandonar el noble edificio del Museo Geominero me entretuve mucho tiempo paseando por los pasillos y haciendo innumerables fotos. Me prometí también, que no dejaría pasar tanto tiempo hasta mi próxima visita. ¿Y tú, lo conoces?

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