Rate this post
Península Valdés, foto cedida por Pilar Alvarez

Península Valdés, foto cedida por Pilar Álvarez

¿Hay algo mas argentino que la yerba mate o que los exquisitos alfajores, esa especie de galleta rellena de dulce de leche?

Bueno pues hay algunos iconos que nadie duda en asociar con el gigantesco país sudamericano. Los gauchos, Evita Perón, el irrepetible Maradona, Borges, Cortázar, el Papa Francisco y hasta el mismísimo Messi son una buena “postal”, pero también lo es su maravillosa y diversa geografía. Las cataratas de Iguazu, el grandioso glaciar Perito Moreno, la Patagonia, la bella ciudad de Bariloche, Usuhaia, situada en el fin del mundo, casi donde acaba el continente, el Aconcagua en plena cordillera de los Andes, o Península Valdés ese privilegiado santuario de la naturaleza.

De este y de otros muchos lugares nos habló Damián Álvarez  el pasado jueves en la presentación que tuvimos de Argentina en la Sala de Exposiciones de Viajes Azul Marino en Madrid. Damián se dedica al turismo y conoce Argentina como la palma de la mano. Es entusiasta de la naturaleza y le encantaría que todo el mundo descubriera los maravillosos paisajes que esconde su país.

Bueno pues hoy os hablaré de Península Valdés, un lugar situado en la costa del océano Atlántico, colonizado por inmigrantes galeses llegados desde la lejana Europa y que fue declarado por la UNESCO como Reserva Protegida y Patrimonio Natural de las Humanidad.

¿Pero por qué es tan especial este lugar? Pues porque en esta extensa península abrazada por el Golfo Nuevo y el Golfo de San Juan se pueden observar en plena libertad lobos y elefantes marinos, pingüinos y sobre todo la gigantesca ballena franca austral.

Entre los meses de junio a diciembre las ballenas llegan a estas aguas para aparearse y criar a los ballenatos. Es en esta temporada cuando se pueden realizar las excursiones de avistamiento de estos grandes cetáceos. Desde Puerto Madryn o Puerto Pirámides parten las embarcaciones. El bullicio y nerviosismo es patente entre los viajeros, nadie quiere perderse este maravilloso espectáculo. Una vez en el barco y embutidos en nuestro chaleco salvavidas escuchamos las amenas explicaciones y advertencias de comportamiento. Nos indican que la embarcación es como un imaginario reloj donde la proa son las 12 horas y la popa, las 6h, de esta forma cuando por los altavoces oigamos ¡Ballena a las 3! sabremos hacia qué lugar del barco dirigirnos para la mejor observación.

Aunque un vez escuche en un barco a una entusiasmada señora: ”Que bien organizado lo tienen que  hasta saben la hora exacta en que salen las ballenas”.

Lo dicho, vayan al menos una vez en su vida a Península Valdés y    disfrutaran de este emocionante espectáculo que nos brinda la naturaleza.

*A continuación os adjunto una imagen de Damián Álvarez y otras cuatro fotografías cedidas por Pilar Álvarez.

Deja un comentario