Viajes Angulares: Pintura de Thangkas

En los aledaños al recinto monástico de Labrang se encuentra una calle repleta de tiendas-taller donde se confeccionan preciosos thangkas.

La pintura de los thangkas está regido por reglas iconográficas muy estrictas. El thangka no es un mero objeto decorativo ni una bella creación, es un objeto religioso. Sirve de modelo para la reflexión y la meditación de los fieles que intentan mejorar su bienestar y espiritualidad. El simple hecho de mirar un thangka es ya una buena acción.

Un thangka se puede encargar por múltiples motivos. Pero este, debe ser realizado con cuidado y siguiendo reglas muy concretas que se mantienen sin variación desde hace siglos. El artista pasa muchos años de aprendizaje estudiando y trabajando con un maestro y debe ser un devoto seguidor de Buda.

Para crear un thangka hay que seguir 6 fases. La primera crear la superficie para poder pintar. La segunda, situar el dibujo sobre esa superficie. Tercero, dar las capas iniciales, cuarto y quinto dar sombras y silueteado. Y por último, en sexto lugar, dar los toques de acabado. Todos los thangkas llevan un poquito de oro como ofrenda religiosa.

Yo había visto en los múltiples viajes que he realizado por regiones de cultura budista-tibetana preciosos thangkas en templos y monasterios. De hecho, tengo varios en casa. Pero sí fue en esta ocasión la primera vez que fui testigo de la realización de un gran thangka en uno de los talleres.

Observando la parsimonia, mimo y concentración del pintor, entendí que los artistas que se dedican a esta actividad no son solo simples artesanos. Sino que demuestran tener una conexión muy especial con aquello que están pintando. Desde ese momento miro mis thangkas de una manera diferente.

No podía ser de otra forma y días más tarde, en una tienda cercana al antiquísimo monasterio de Lhagang, adquirí un precioso thangka. Su figura principal es Guru Rimpoche, que fue quien llevó desde la India la doctrina budista al Tibet.