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En mi último y reciente viaje a Chile, Fernanda Pazols me soltó nada mas verme: ¿Has estado en Putaendo? Creo conocer muy bien ese país después de haber viajado por allí en numerosas ocasiones, pero hasta ese momento nunca había oído hablar de ese lugar con tan curioso nombre. Contesté con una negativa y Fernanda me dijo: “pues tenemos que ir, te encantará, es un pueblo precioso”. Dicho y hecho, días más tarde partíamos de Santiago en una excursión de un día para conocer Putaendo.

Ya se sabe, en cualquier viaje tan importante es el destino como el camino hasta llegar a él, en el caso de Putaendo también se cumple esta máxima.

Abandoné Santiago por la Ruta 57 rumbo norte, en dirección Los Andes.

En los ciento y pico kilómetros que separan la capital chilena de Putaendo se atraviesan diferentes paisajes, desde los ocres y pelados picos cordilleranos hasta las verdes y fértiles vegas del campo de la zona central de Chile. Por algo la agricultura es tan importante en esta zona del país.

Putaendo está situado en el Valle del Aconcagua y su pequeño centro histórico ha sido declarado recientemente como “Zona Típica”. Es un pueblo pequeño y tranquilo, de calles adoquinadas y bonita arquitectura. El centro está presidido por una coqueta plaza donde se encuentra un árbol pimiento de gran valor histórico ya que parece que el General San Martin, libertador de Chile, ató allí su caballo.

Paseos sin prisa, charlas relajadas y miradas curiosas a través de ventanas y puertas fueron la tónica del callejeo en Putaendo, un lugar en el que, por cierto, no encontré a ningún otro turista.

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