¿Qué hago yo aquí ? Imagino que esto es lo que debió pensar el navegante portugués Diego Cao cuando se convirtió en el primer europeo que desembarco en las desoladas costas del noroeste de Namibia en 1.486. Por aquellos años estas aguas eran temidas y sus vientos y espesas nieblas las convirtieron en lugar de naufragios y cementerio de barcos. Era pronto para saber que este inhóspito territorio se convertiría siglos mas tarde en uno de los mas bellos paisajes de África.
Partimos de la bella ciudad de Swakopmund, difícil de pronunciar ¿Cierto?…Con dirección norte. La carretera circula paralela al Océano Atlántico y su playa solitaria e infinita nos lleva tras recorrer 120 kilómetros a Cape Cross.
El día era grisáceo y tristón, un denso y salado olor lo invadía todo, pero enseguida me olvide de todo esto. El espectáculo que tenía frente a mí, a escasos metros, era fascinante, era un regalo de la naturaleza y allí estaba yo. ¡Qué privilegio! Miles, muchos miles de focas peleteras permanecían tumbadas por la playa ajenas a nuestra presencia. Las pequeñas crías seguían a sus madres cuando estas se movían. Sus movimientos eran torpes en tierra pero cuando se lanzaban al agua se convertían en rápidas y gráciles bailarinas que asomaban sus pequeñas cabezas cuando eran mecidas por las olas.
Abandoné Cape Cross, el viaje debía continuar.
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