Sorpresas en la Ruta de Pamir
Una de las visitas obligadas si se viaja a Irán, la antigua Persia, es la ciudad de Yazd. He visitado este lugar, que fue centro del zoroastrismo durante la época sasánida, en varias ocasiones. Confieso que una de las cosas que más me sorprendió, más allá de conocer algo, más de aquella religión fundada en este árido territorio por el profeta Zoroastro en el año 1.600 A.C, fue poder visitar un recinto donde se conserva el fuego eterno que veneran desde hace mas de 2.500 años los seguidores de esta religión. Lo que no podía imaginar es que hace un par de años, mientras recorría la legendaria Ruta del Pamir, esa que, tras un sinuoso recorrido de más de 1.200 kilómetros, une Dushambe, la capital de Tayikistán con Osh en Kirguistán, me encontraría con algunos pequeños y sencillos recintos zoroastrianos. Yo sabía que estas tierras habían sido uno de los innumerables ramales de la Ruta de la Seda y que, por lo tanto, por estos caminos habían circulado no solo mercancías y comerciantes sino también ideas y religiones. Pero lo que no sabía es que todavía quedaran lugares de culto zoroastriano. Así que para nosotros fue una sorpresa encontrarnos, mientras recorríamos durante días el maravilloso corredor de Wakhan, que circula paralelo a la cordillera del Pamir, con un par de sencillos recintos zoroastrianos. Estaban cerrados y la puerta estaba presidida por unas curiosas cornamentas, nadie supo explicarnos el motivo de tan curioso adorno, lo que sí nos explicaron es que eran lugares sagrados y que todavía eran usados por los pocos seguidores zoroastrianos que quedaban por la región.
Tras hacer algunas fotos, proseguimos nuestro camino estando seguros que recorriendo estos polvorientos y poco transitados caminos podríamos vernos agradablemente sorprendidos, como así fue, pero eso ya os lo contare en otra ocasión, muchas otras veces.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir