En los muchos años que llevo viajando por el mundo he tenido la oportunidad de visitar bastantes etnias y tribus. En algunas ocasiones fueron viajes cuyo objetivo era convivir un tiempo con ellos, así fue con los mayorunas en la selva amazónica, con los pigmeos del Zaire, con los dogón en Mali, con los habitantes del rio Sepik en N.G. Papua o con los masai en Tanzania, otras veces en cambio,como sucedió en Botswana y los bosquimanos, o en Etiopia y sus numerosas tribus del sur solo pude mantener un ligero contacto. No siempre la experiencia me resulto placentera.
Desde que supe que viajaría por Namibia la visita a los himba se convirtió en una de mis prioridades. El lunes, 10 de marzo, hicimos una corta visita a uno de sus poblados. Me pareció una experiencia enriquecedora y supe de primera mano particularidades de esta etnia que no conocía hasta ese momento. Creo que todos salimos ganando con aquella visita, y os aseguro por mi experiencia que no siempre es así. Nosotros por recorrer plácidamente y sin agobios un poblado y recibir explicaciones muy interesantes y los himba por mostrarnos, y obviamente cobrar por ello, su poblado, sus casas, sus atuendos y adornos corporales y todo su mundo tan diferente al mío. Nunca vi malos gestos por su parte, ni fotos robadas sin permiso por la nuestra, todo discurrió de forma relajada y placentera, me encantó y me demostró una vez mas, que haciendo bien las cosas el turismo no tiene porque ser invasivo ni egoísta. De nosotros depende.
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