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Sombra del globo junto a una acacia

De niño, y también después, he leído con pasión cada uno de los relatos escritos por Julio Verne. Quizás, Cinco semanas en globo, sea uno de los libros del escritor francés con los que más haya disfrutado. Desde la primera vez que lo leí, sentí que yo también acompañaba a Samuel Fergusson, a su criado Joe y a su buen amigo Dick Kennedy en sus innumerables aventuras siguiendo los pasos de los exploradores Burton y Speke en el África del Este y a Heinrich Barth por las tórridas arenas del desierto del Sahara.

Muchas veces he volado en pequeñas avionetas pero no es lo mismo, siempre soñé con sobrevolar en un globo las llanuras africanas y disfrutar desde las alturas de la fauna salvaje en completa libertad.

Hace tan solo unos días he cumplido mi sueño. He sobrevolado en globo, Masai Mara, uno de los parques nacionales más bellos de África. Despegamos cuando apenas estaba amaneciendo, poco a poco íbamos  elevándonos mientras que los primeros rayos de luz comenzaban a iluminar el escenario natural.

Subíamos y bajábamos según consideraba el piloto para de esta forma obtener las mejores vistas. Delante, detrás, a izquierda y derecha del globo  las imágenes que veía eran de ensueño. Leones descansando, elefantes comiendo, cebras y jirafas corriendo, hipopótamos cruzando el rio Mara, la preciosa sombra del globo silueteada sobre las montañas cercanas y unos paisajes preciosos lo envolvían todo.

Me hubiera quedado mucho más tiempo en las alturas, pero el reloj del piloto no admitía regateo. El viaje tocaba a su fin. Aterrizamos en plena sabana y tras descender de la barquilla brindamos con una buena copa de champan. Lo del champan no lo había soñado, pero os aseguro que no estuvo nada mal.

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