Rate this post
Barentsburg

Barentsburg

Hace ya unos cuantos septiembres tuve la oportunidad de circunnavegar la isla de Spitsbergen en el archipiélago de Svalbard, en el ártico noruego. Lo hice en el Profesor Multanovskiy, un antiguo barco científico ruso que, a pesar de los años trascurridos desde su botadura, se encontraba en excelentes condiciones para navegar por estas heladas aguas.

Trascurrieron varias jornadas hasta que un día a primera hora de la mañana arribamos a un lugar muy insólito situado a 78º04´00”N y 14º13´00” E. La ciudad se llama Barentsbourg y es un enclave que bajo soberanía noruega fue vendido en 1.920 a los rusos para que explotaran las minas de carbón.  Con tan solo 500 residentes el lugar es bastante deprimente.

Desde el puerto comencé la subida hacia la ciudad a través de unas escaleras de cemento, las edificaciones eran oscuras y tan solo daban una nota de color los tremendos murales soviéticos que adornaban algunos de los grises edificios. Visité el pequeño pero interesante museo, luego me dirigí al hotel-bar-oficina de correos, 3 en 1, donde compré algunos sellos y conseguí que la seria y malhumorada señora que atendía me estampara el matasellos de correos de Barentsbourg en mi cuaderno de viajes, por este motivo abandoné satisfecho y feliz el establecimiento. Luego me detuve para hacer algunas fotos a un tremendo busto de Lenin y entré en una minúscula iglesia ortodoxa de madera donde ardían unas finas velas. Deambulé sin rumbo fijo sin mucho más que hacer hasta la hora de embarcar de nuevo en el Multanovskiy.

Durante las horas que duró la escala en este enclave sentí que estaba en un lugar herido de muerte, el ambiente trajo a mi memoria recuerdos de la época de la Guerra Fría. Confieso que antes de desembarcar no sabía nada de este lugar pero su visita me pareció interesante sobre todo porque pareciera que había viajado por el túnel del tiempo.

El Ártico desde luego sorprende y Barentsbourg desde luego no le deja a uno indiferente. Cuando regresé a España investigué, enterándome que existía otro lugar similar, Pyramiden, del que se había publicado un curioso libro de Kjartan Flogstaad, Pyramiden. Retrato de una utopía abandonada.

Esto de los viajes nunca tiene fin y en aquel momento sentí que una nueva asignatura pendiente asomaba a mi puerta.

Deja un comentario