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El guía nos indico que lentamente retrocediéramos sobre nuestros pasos y así lo hicimos, íbamos a rodear a la familia de gorilas para poder verlos desde un mejor emplazamiento. El guía y sus ayudantes iban despejando a base de certeros machetazos las ramas y la frondosa vegetación que nos rodeaba. Poco a poco íbamos viendo mucho mejor a los gorilas.

La familia que vi se llama Rugendo, estaba compuesta por dos hembras, un tremendo macho adulto, espalda plateada, de 38 años de edad, algunos gorilas pequeños y una cría de tan solo 3 meses, que intentaba jugar todo el rato.

Desde el momento del encuentro dispondríamos de 1 hora para disfrutarlos. Sin duda lo aprovechamos. Teníamos a los gorilas a escasos metros de nosotros, hacían su vida sin importarles nuestra presencia, obviamente nos tenían perfectamente localizados pero parecían ignorarnos, se ve que no les llamábamos la atención.

En un momento dado el macho se irguió y se golpeo con fuerza el pecho. Esa imagen era la misma que había visto tantas veces en películas y documentales, pero verlo a escasos metros de mi y cruzar la mirada con semejante ejemplar era algo muy diferente.

El mundo se detuvo para mí en ese instante. CONTINUARÁ MAÑANA

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