Los Madelman

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Este pasado fin de semana al entrar en el Museo Nacional de Antropología de Madrid sentí que de nuevo me convertía en un niño. Fui para ver la recién inaugurada exposición, 50 años de Madelman del coleccionista José Manuel Cortes.

Tenía yo 10 años cuando recibí como regalo mi primer “madelman”. Con estas figuras articuladas comencé a imaginar algunos viajes y aventuras que con el paso de los años se convirtieron en realidad. En aquellas lejanas tardes de sábado soñé innumerables viajes por los salvajes e inexplorados territorios africanos, por las frías y peligrosas tierras polares, por el espacio o por los legendarios mares repletos de piratas.

Mis madelman fueron aumentando y poco a poco iba teniendo todo el mundo a mi alcance, según que madelman escogiera para mis juegos, ese día me convertía en un intrépido explorador de safari por África, o en un experto explorador polar con mis raquetas de nieve y montado en un trineo tirado por un perro. La bañera de mi casa, con gran paciencia por parte de mi madre que luego le tocaba recoger el agua, se convertía en el improvisado escenario para viajar por el fondo del mar con mis hombres-rana, o también me lanzaba a realizar peligrosas singladuras navegando con feroces piratas.

La exposición, gracias al tesón de José Manuel Cortes, nos muestra  la historia al completo de estos legendarios personajes. Cada vitrina, como si de un túnel del tiempo se tratara, está plagada de recuerdos, luego al menos en mi caso, vendrían las historias de Tintín, las tardes de cine en el colegio con películas de Tarzán y multitud de libros, entre otros, de Julio Verne. Quizás con esta entretenida niñez estaba abocado a vivir una vida llena de viajes y aventuras.                      

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