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Foto de Hoi An por Ángel Carro 2

Foto de Hoi An por Ángel Carro 2

A veces en los viajes se producen momentos mágicos, esos que no se habían previsto, que surgen de manera espontanea y que uno sabe que,  nunca volverán a repetirse. Suelen quedarse agazapados en la memoria y el simple hecho de recordarlos produce un delicioso y nostálgico calorcillo.

Eso me pasa a mí con Hoi An y por eso no quiero volver, tengo un recuerdo tan precioso, que no me gustaría cambiarlo.

Llegue a Hoi An una tarde del mes de agosto. Enseguida un tremendo aguacero me dio la bienvenida, parecía que el diluvio universal había  llegado a esta pequeña localidad vietnamita.

Durante los siglos XVI y XVII Faifo, que así se llamaba entonces, fue uno de los puertos fluviales más importantes del sudeste asiático. Comerciantes europeos, chinos y japoneses se establecieron en la ciudad construyendo preciosas casas de diferentes estilos arquitectónicos dependiendo de su lugar de procedencia. Hoy, gracias a sus abigarrados barrios del centro histórico, la UNESCO la declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Ya dice el refrán:”Tras la tempestad viene la calma“ y eso mismo es lo que sucedió aquella tarde en Hoi An. El cielo repleto de oscuras nubes dio paso a una tarde soleada, el olor dulzón de la lluvia recién caída lo impregnaba todo, los charcos eran como un espejo infinito, el famoso puente japonés se reflejaba como si de una pintura impresionista se tratara en las apacibles aguas del río. Me detuve bajo cobertizo del puente, me apoye en la barandilla de madera y disfrute de ese momento, fue un instante mágico.

Continué deambulando feliz por las estrechas callejuelas hasta encontrarme con una vieja tienda de antigüedades, nada más entrar supe que saldría de allí con algún recuerdo. Compré una antigua colección de dibujos de animales hechos a carboncillo sobre unas  suaves y delicadas hojas de papel de arroz.

Ahora, cada vez que los veo, recuerdo con nostalgia mi viaje a Vietnam.

*A continuación os adjunto unas preciosas fotos cedidas por Ángel Carro y los dibujos que compré allí.

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