Afganistán, una asignatura pendiente

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Desde hace muchos años hay un país que se me resiste, manteniéndose como asignatura pendiente en mi curriculum viajero. Se trata de Afganistán.

En un par de ocasiones he estado muy cerca, pero no he conseguido acceder a su territorio. La primera vez fue a finales de los años 80, estuve muy cerca. Desde Peshawar, la caótica ciudad pakistaní, me dirigí al legendario Paso Khyber que estaba a tan solo 18 kilómetros. En esa época cruzar esa frontera entre Afganistán y Pakistán estaba prohibido a los extranjeros, el trasiego de muhaidines cargados de armas para enfrentarse a las tropas rusas era continuo. Esos 53 kilómetros, del paso que antaño cruzara Alejandro Magno en su camino hacia India, no parecía un paseo muy recomendable en aquellos días.

Unas cuantas diapositivas, descoloridas ya por el paso de los años, y el recuerdo “del otra vez será” es lo que queda en mi memoria de aquel primer intento.

La segunda vez que he estado muy cerca, ha sido este último otoño mientras recorríamos la Ruta del Pamir. Circulamos durante más de 500 kilómetros por Tayikistán paralelos al territorio afgano, solo nos separaba las aguas del rio Panj.  El deseo de cruzarlo fue grande pero no teníamos ni visado ni tiempo para tramitarlo, nos tuvimos que conformar con visitar un pequeño mercado en la misma frontera donde todos los comerciantes eran afganos.

Afganistán sigue ahí esperándome, confío que se cumpla eso de “a la tercera va la vencida”, por eso nada más enterarme de la publicación por parte de la editorial Desperta Ferro del libro El retorno de un rey, escrito por el escocés William Dalrymple, he corrido a comprarlo. “Donde sea que se lea este libro, cada página transportara al lector al calor del invierno y a las gélidas nieves del invierno en Afganistán” se lee en la primera pagina del libro. Por el momento me conformaré… y soñaré.

¡Conócenos!

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