Cruzando de un continente a otro

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A menudo, en este mundo, donde las prisas y la falta de tiempo se han apoderado de nuestras vidas, viajamos de un lado a otro del planeta, de un país a otro, en rápidos aviones. Saltamos de una frontera a otra sin apenas darnos cuenta y sin ni siquiera poder observar cómo en la mayoría de los casos los paisajes van cambiando de forma paulatina. La geografía es una ciencia apasionante.

Hace unos años, recorrí en otoño una parte de Siberia en una Ural, la legendaria y robusta moto rusa. El viaje fue duro pero apasionante y descubrí por aquellas carreteras una Rusia muy diferente a lo que hasta ese momento conocía del gigante soviético.

Una de las etapas que más ilusión me hizo fue cuando a tan solo 17 kilómetros de la ciudad de Ekaterinburgo cruzamos por carretera la línea que separa Europa de Asia. Nos detuvimos para hacernos fotos en un lugar tan peculiar y donde, por cierto, han construido un feo monumento conmemorativo.

Había saltado muchas veces del continente europeo al asiático y viceversa, pero siempre lo había hecho en avión. En esta ocasión fue algo muy diferente. Pero ya se sabe que la perfección no existe y en aquella ocasión nos chupamos un completo día de lluvias. Durante toda la jornada, cayo agua de forma copiosa y os puedo asegurar que cuando uno va en moto este tipo de “bautismos” no resultan nada placenteros.

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