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Hay escritores que nunca pasan de moda y otros, que con el paso del tiempo, sus libros se convierten en lectura indispensable. Para mi Henry David Thoreau es sin duda uno de ellos. Leerlo una y otra vez me reconforta el alma aunque a veces también me duele ver que seguimos tropezando una y otra vez en la misma piedra.

Este año se cumple el 200 aniversario del nacimiento del escritor norteamericano y cuyo ideario considero que debería estudiarse en las escuelas. Alguien que pensaba que la transformación del mundo debía pasar por la transformación de uno mismo y que opinaba que el hombre debería ser un ecologista global y ante todo un luchador ante el consumismo exagerado es desde luego un referente al que tener en cuenta.

La editorial Errata Naturae aposto hace años por este conocido autor y ahora acaban de publicar Thoreau, biografía de un pensador salvaje escrito por Robert Richardson y Todo lo bueno es libre y salvaje, una cuidada y acertada selección de algunos de sus mejores textos.

Como no rendirse ante un hombre que hace dos siglos escribió: “Veo que la generación que está creciendo en esta ciudad desconoce lo que es un roble o un pino, al haber visto únicamente especímenes inferiores. ¿Contratamos a un hombre que de clases de botánica, por ejemplo sobre los robles, nuestra planta más noble, mientras permitimos que otros talen los escasos y mejores especímenes de estos árboles que quedan? Es como enseñar latín y griego a los niños al tiempo que quemamos los libros escritos en esas lenguas”.

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