Groenlandia

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Leyendo mi cuaderno de viaje a Groenlandia en agosto de 1.999 veo que escribí una cita del Libro del verano de Tove Jannson. “Solo los campesinos y los veraneantes pisan el musgo, y eso se debe a que no saben, así como suena: no saben que el musgo es lo más delicado que hay. Si se le pisa una vez, el musgo vuelve a erguirse en cuanto llueve un poco, pero a la segunda, ya no se levanta mas, y a la tercera se muere”. En mi viaje por Groenlandia, la isla más grande del mundo, no pisaría demasiado musgo, ya que recorrería el tramo que hay entre Narssasuaq y Narssaq, en la costa suroeste en piragua.  

No fue un viaje fácil, no tuvimos buen tiempo, e incluso un par de días pego mucho viento lo que nos impidió navegar, pero a pesar de todo, guardo entre otros un par de momentos mágicos.

Uno de los días mientras íbamos remando a buen ritmo emergió frente a nosotros una ballena. Os aseguro que no es lo mismo ver a este tremendo animal desde un barco o desde una lancha zodiac con motor que metido en un ligero kayak de mar. Estuvo merodeando frente a nosotros, resoplaba y nosotros estábamos expectantes sin apenas movernos, confieso que pase un poco de miedo, tenía el corazón a mil pulsaciones pero cuando observamos que la ballena se sumergía y  se marchaba de nuestro lado me di cuenta que acababa de vivir un momento único e irrepetible.

Otro momento mágico, fue cuando en una noche de luna llena decidimos remar un rato entre los iceberg, por si esto no fuera suficiente, el cielo nos regalo unas cuantas auroras boreales. Estábamos mudos de emoción, el paisaje era fantasmagórico, no parecía real.

No recuerdo el tiempo que pasamos sin remar tan solo observando el espectáculo, pero sí, que hacía mucho frió. Volvimos satisfechos, aunque helados al campamento. Esa noche me acosté feliz.

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