Lo ideal es viajar lento, pero a veces…

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Pipas de opio que compre en Birmania

Una de las máximas de cualquiera que se considere un buen viajero, es viajar lento, reposar los lugares, no abarcar demasiado y de esta forma intentar verse inmerso en la cotidianidad de los lugares que se visitan, aunque a veces eso no es posible.

Myanmar, todavía se llamaba Birmania cuando lo visite por primera vez. Desde muy niño, desee viajar a aquel lugar y solo escuchar aquella preciosa palabra hacia que mi imaginación se disparara  y me viera recorriendo aquel lejano país. Finalmente, mi sueño se cumplió en agosto de 1987 y pude aterrizar en aquel cerrado país, en el que por aquellos años la férrea dictadura militar solo concedía el visado turístico por un máximo de siete días, poco tiempo sin duda para disfrutar de los innumerables atractivos de la legendaria Birmania. El país se abría muy lentamente a los primeros viajeros occidentales, pero todo era dentro de un orden y, por eso, solo se permitían estancias muy cortas.

Y como la omnipresente ley de Murphy siempre está dispuesta a empeorar cualquier situación, eso mismo es lo que nos sucedió a nosotros. Por temas burocráticos en la concesión del visado en la embajada birmana en Bangkok y por la frecuencia de vuelos, nos vimos obligados con gran pesar por nuestra parte, a reducir nuestra vista a ¡tan solo 5 días! Pero lo que no estábamos dispuestos era a perder nada del programa que nos habíamos preparado concienzudamente durante meses. La única solución era viajar de noche y dormir apenas un par de horas al llegar a los hoteles al amanecer, luego disfrutar el resto de la jornada y de nuevo por la noche ponernos en movimiento, así día tras día. Fue un viaje agotador pero éramos jóvenes y nuestro cuerpo aguantaba todo lo que le echaran. A pesar de las circunstancias, disfruté mucho de Rangun, Mandalay y Bagan.

Birmania vivía, lo sigue haciendo todavía, a un ritmo muy lento y a nosotros nos hubiera gustado viajar de forma mucho más reposada, quizás hoy ante los mismos inconvenientes optaría por hacerlo de otra manera, pero en aquellos años la palabra lentitud no tenía cabida en mi mochila.

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