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Tuve que cruzar la frontera nepalí para llegar hasta Lumbini, lugar donde nació Buda.

Cuentan que en la noche de luna llena del mes de Vaisakha, abril-mayo, Mahamaya la esposa del rey Suddhohama de Kapilavastu tuvo un sueño. Un elefante blanco de cabeza rosada y 6 magníficos colmillos se acercó hasta ella llevando una flor de loto sobre su trompa. El animal la acarició suavemente y se introdujo en su costado. Al día siguiente la reina amaneció con un ligero cosquilleo en la barriga. Consultó a los sabios para que interpretaran su sueño y estos determinaron que estaba embarazada de un niño que llegaría a ser rey, pero no sería un rey cualquiera, anunciaron,  sino uno de los más sabios que se vería sobre la faz de la tierra.

 De camino hacia la casa de sus padres la reina sintió que había llegado el momento. Se detuvo bajo la protección de un árbol y se dispuso a dar a luz. El mundo se detuvo por un instante, cuentan. El recién nacido dio siete zancadas brotando una flor de loto bajo cada una de sus pisadas. Sus primeras palabras fueron: “Nazco para despertar por el bien del mundo. Este es mi último renacimiento, no volveré a nacer “.

Si algo he podido observar y sentir en este viaje en el tren Mahaparanirvana Express ha sido la gran y sincera devoción que sienten por Buda muchos miles de personas. Sus enseñanzas han traspasado fronteras y lejos de ser una religión donada a los hombres por un profeta elegido por Dios tras haber tenido alguna inspiración divina, fue tan solo la determinación de un hombre corriente, como cualquiera de nosotros, el que entendió que nuestra vida es fruto de nuestra mente  y que sufrimos por un anhelo constante a la permanencia y aferramiento de las cosas.

El viaje, de una semana de duración, fue muy intenso y diverso. Hubo tiempo para las risas y las bromas pero también para momentos mucho más personales y espirituales. Realizamos visitas meramente turísticas y culturales y también asistí a ceremonias únicas. El viaje fue como un puzzle donde día a día se iban acoplando las diferentes piezas hasta que finalmente la ultima encontró su lugar. El viaje toco a su fin y el cuadro había quedado perfecto, no sobraba ni faltaba nada. Para mí, y he tenido la oportunidad de viajar muchas veces por India, este fue sin duda una de mis mejores experiencias.

Abandone con tristeza y emoción el Mahaparanirvana Express en Delhi.

Días más tarde tome mi avión de vuelta a Madrid y ya me rondaba una idea en la cabeza, intentaría regresar a india lo antes posible. Por cierto lo hice, pero eso es otra historia.

Fotos: 1y 2: Lumbini, lugar donde nació Buda 3 y 4: Cuaderno de viajes 5: Abandono el Mahaparanirvana Express

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