NUEVA GUINEA PAPUA

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Cuando después de muchas, muchísimas horas de avión y alguna más de avioneta aterrizas en un lugar donde la población local te espera a escasos metros de la pista, están prácticamente desnudos y los hombres llevan sujeto a la espalda un contundente hacha de piedra, te das cuenta que realmente has llegado a un territorio muy especial y que además también has realizado un viaje por el túnel del tiempo. Ese lugar se llama Mount Hagen, está situado en las Tierras Altas de Nueva Guinea Papua y hasta el año 1.933 esos belicosos aborígenes no habían tenido ningún contacto con el hombre blanco. Si podéis ver el documental First Contact grabado por los hermanos Leahy, los primeros que llegaron a este inexplorado territorio, podréis ver las caras de asombro y miedo de los indígenas al descubrir la existencia de otros hombres muy diferentes a ellos.

Yo llegue a ese territorio en agosto de 1.991, días después de haber navegado por el selvático y sinuoso rio Sepik. Sabíamos que en Mount Hagen se celebraría un “sing-sing “es decir una concentración de decenas de tribus diferentes. llegadas desde toda la isla para mostrar sus danzas, pinturas y ornamentos ceremoniales. Lo que no sabíamos, y nos lo encontramos de sorpresa, es que el día siguiente a nuestra llegada se celebraría en un lugar cercano una ceremonia de compensación entre dos tribus. Parece que una de las tribus había matado a un miembro de otra y para que las cosas no fueran a más, la tribu del fallecido exigía una compensación en forma de pago. Esta era la manera tradicional de arreglar los entuertos antes de tener que pasar a mayores. Se compensaba a la tribu y también a la viuda regalándoles cerdos y también gallinas.  Antes, en pleno campo, escenificaban una especie de batalla. Confieso que a pesar de saber que aquel simulacro no iba en serio, tras ver correr a aquellos aguerridos guerreros con arcos, flechas, mazas y hachas de guerra emitiendo unos sobrecogedores gritos (que por cierto tengo grabados ya que en aquellos años viajaba con un pequeño radio-cassette) y corriendo detrás de sus enemigos, a uno le entraba bastante acojone. Estábamos en medio de todo aquel tinglado y no sería, según nos contaron, la primera ceremonia de compensación que acabaría como el rosario de la aurora y con más muertos sobre el campo de batalla que por los que se había organizado todo aquello. Todo acabo bien aquel día, estábamos felices y además nos llevábamos centenares de diapositivas de aquel impresionante evento.

Leo nuevamente mi cuaderno de viajes y en las últimas líneas escribí a modo de resumen: “Lugar alucinante, país caro pero que compensa de sobra la pasta gastada, gente de rostros fieros y agresivos pero es solo fachada, son amables y con una sonrisa se les desarma. Adiós Papua Niuguini. Espero volver pronto”.

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