Hay tantas cosas en Japón que me fascinan que podría tener un diario, cuaderno de bitácora, o un blog, odiosa palabra que se ha colado en nuestro hablar cotidiano, de viajes donde podría escribir día tras día del País del Sol Naciente. Hoy lo haré sobre los bonsáis.
En el mes de diciembre se celebra cada año el cumpleaños del Emperador, en esta ocasión ha sido el 82, y por este motivo la semana pasada hubo un acto en la casa del embajador de Japón en Madrid. Nada más entrar a la residencia dos preciosos y antiguos bonsáis nos daban la bienvenida.
La palabra bonsái está compuesta de bon, que significa bandeja y de sai, cultivar. Por lo tanto el mundo de los bonsáis, no es ni más ni menos que el arte de cultivar árboles y plantas reduciendo su tamaño mediante diversas técnicas, siendo además muy importante ir modelando su crecimiento para que la forma del árbol nos recuerde una escena de la naturaleza.
Su origen se cree que fue en China hace más de 2.000 años, pero hoy en día Japón es sin duda el máximo exponente de este arte milenario.
Si viajáis a Tokio no dejéis de visitar el Museo- Jardin de Shunkaen. Creado por el gran maestro Kumio Kobayash, que cuenta en su haber con innumerables premios es un lugar fascinante. Hay centenares de ejemplares distribuidos en el jardín, algunos, los menos, están situados en el interior, que no es sino una típica casa japonesa sin apenas muebles, todos son bellísimos, algunos tienen centenares de años y desde luego la vista se va de un sitio para otro. Es imposible no quedarse extasiado ante tal belleza conseguida con tanto mimo, esfuerzo, arduo trabajo y sobre todo mucha paciencia. El resultado es magnífico.
Aunque no soy bueno para el cuidado de las plantas, en uno de mis viajes a la capital nipona tuve la oportunidad de asistir a una clase del maestro Kobayash y de alguno de sus más avanzados alumnos y no la deje escapar. Allí estaba yo dispuesto a conocer algo más de este arte. Me encantó ver con que paciencia estudian la planta sobre la que van a trabajar y cuál es el resultado que quieren conseguir, miran, dan vueltas, estudian posibilidades y finalmente con decisión se ponen manos a la obra. Con cuidado y mimo pero también con gran determinación a la hora de cortar, dirigir y modificar la inercia del crecimiento de la planta van consiguiendo verdaderas obras de arte. Desde aquel día cuando miro un bonsái lo veo de otra manera.
Por cierto, como Tokio queda un poco lejos, en Alcobendas, Madrid, hay un precioso museo de bonsáis, os recomiendo su visita.
Fotos: 1.- Bonsai situado a la entrada de la residencia del embajador 2.- Otro precioso bonsái 3 y 4: Cedidas por Taeko Ueda. Asistiendo a la clase en Tokio.
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