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Tienda de soldaditos de plomo

Tienda de soldaditos de plomo

Tengo muchos y muy diferentes motivos para volver siempre a Chile. Me encanta su geografía y además tengo suficientes lazos familiares como para querer cruzar el charco y recorrer los casi 11.000 kilómetros que separan Madrid del país andino. Pero desde el pasado mes de abril tengo uno más y se llama Patricio Miranda.

La historia comenzó años atrás cuando recorriendo la Galería San Diego, cerca de la Alameda, encontré, entre pequeños locales que vendían libros de viejo, una tienda, la número 25, en cuyo escaparate y vitrinas del interior había expuestos y a la venta unos preciosos soldaditos de plomo. Averigüé el nombre del artesano que los fabricaba, Patricio Miranda. Al poco tiempo, salió publicado en el suplemento dominical del diario La Tercera, la historia de este curioso personaje. Desde entonces quería conocerle, pero por unos motivos u otros el tiempo fue pasando y no lo hice. En mi último viaje me lo impuse como una “tarea prioritaria” y resultó.

Tras algunas llamadas de teléfono y varios intentos, por fin conseguimos cerrar una cita y encontrarnos. Patricio tiene cara de buena persona, es sencillo y de sonrisa sincera, de hablar lento y directo, y le brillan sus ojos cuando me cuenta que fueron su abuelo y su padre los que le inculcaron esta pasión por los soldaditos de plomo a los que trata con mimo. Que los tiempos, con la dichosa crisis económica, estaban siendo duros y que trabajaba durante el día y que por las noches, con la ayuda de su mujer, era cuando sacaba tiempo para preparar estas pequeñas joyas. Me explicó: “Lo que más me gusta es documentarme para plasmar todos los detalles de los uniformes. Primero esculpo la figura en resina, después hago el vaciado en caucho y por último el molde que relleno con plomo. Luego le toca a mi mujer pintarlos”.

Los  coleccionistas sabemos que no es habitual que una sola persona haga todo el trabajo, por eso el caso de Patricio es muy notable, además sus figuras son de gran calidad y con el añadido de no ser figuritas hechas en plan industrial, sino autenticas obras de artesanía. Hubiera estado más tiempo charlando con Patricio, pero cuando me mostró el boceto del último encargo que le habían hecho, todo un batallón completo de la Guerra del Pacifico, casi 300 figuras, no quise robarle más tiempo.

Al día siguiente pasé por la tienda para hacer unas fotos, Patricio no estaba pero me tenía preparado un obsequio, un soldado a caballo, un tambor y una policía del cuerpo de Carabineros.

En mi próximo viaje, ya tengo otro motivo para volver lo antes posible a Chile, le llevaré de regalo unos libros que sé, le harán mucha ilusión. Grande Patricio.

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