Rate this post
Grafitis callejeros (2)

Grafitis callejeros (2)

A veces lo que tiene uno más próximo, por obvio, no se le da importancia. En esta ocasión no la tengo tan cerca, ya que Valparaíso está situada a muchos miles de kilómetros de  Madrid, pero he estado tantas veces en la porteña ciudad chilena, y me resulta tan familiar cada uno de sus innumerables rincones, que me sorprende no haberla dedicado hasta ahora unas líneas en este cuaderno de bitácora (no me gusta la palabra blog) viajero.

Así que manos a la obra. Me gusta tanto Valparaíso que nunca se me acaba, cada vez que voy a Chile intento darme una escapada por Valpo. Lo primero, recorrer de nuevo “algunos clásicos imperdibles“, luego me gusta patearla sin rumbo, descubriendo siempre lugares nuevos, rincones mágicos, tiendas interesantes, restaurantes con moderna cocina o tabernas y recónditos garitos que en el pasado tuvieron alguna reputación, no entro, si buena o mala, vanguardistas grafitis  pintados en sus desvencijadas casas, esas que se encaraman por los cerros hacia el cielo. Subir y bajar es una constante en la ciudad, pero para eso están los antiguos ascensores con olor a madera vieja y donde a buen seguro se han hecho muchas declaraciones de amor.

Valparaiso es como un abigarrado puzzle donde todas las piezas se van encajando con paciencia, al final el esfuerzo se ve compensado, resultando la ciudad más bohemia y con más personalidad de Chile, ese país que alguien definió como “de loca geografía.”

Si podéis pasar una noche en la ciudad no os perdáis el Cinzano, toda una institución en la ciudad porteña. Os sugiero ir sin prisa y mejor bien entrada la noche, aquí se sabe cuando se entra pero nunca, ni cómo, ni cuándo se acabara la fiesta.

Situado en la Plaza Anibal Pinto fue abierto en 1.896 por un inmigrante italiano, de ahí su nombre, luego con los años ha ido cambiando de dueños pero nunca ha perdido un ápice de su personalidad. En el Cinzano se va a comer, a beber, a escuchar música en directo y a soñar. He estado muchas veces pero nunca olvidaré la primera. Llegué un sábado de madrugada, ya había cenado y solo iba para conocer el lugar y tomar un trago. Eso hice, uno, dos….mientras unos viejos músicos, alguno por su edad podría haber sido mi abuelo, tocaban unos sentidos boleros. Al rato tomó el micrófono una señora, también mayor, iba con un vestido azul oscuro  y unas tremendas gafas. Me emocionó. Los que me conocen saben que no soy de bailar pero esa mujer me provocó y no pare, cuando acabó su canción más conocida, el “Chipi-Chipi”, salí al escenario y la di un afectuoso beso, complacida, me lo devolvió.

Esa mujer se llamaba Carmen Corena y murió en 2.008 con 72 años.

Y aunque sigo acudiendo al Cinzano, y por supuesto recomendando su visita, para mí ya nunca será como aquella primera vez.

Deja un comentario