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Valparaíso cautiva y enamora a plena luz del día pero también lo hace, y mucho, por la noche.

La ciudad porteña es bohemia, decadente, divertida y muy noctambula y alguno de sus más afamados garitos tienen una personalidad imposible de igualar. Hace tiempo os conté del Cinzano, un lugar único, hoy lo haré de La Playa, o El Playa que es como le gusta llamarlo a los porteños.

Este bar, situado en el centro de la ciudad, cerca de la Plaza Sotomayor,   es uno de los más antiguos de la ciudad y todo en él tiene una patina de rancia solera. Sus paredes, su mobiliario, sus dos grandes espejos, su abigarrada y kitch decoración y su preciosa y larguísima barra lo convierten en un lugar muy especial. Son de esos sitios que o te enamoras de él o no vuelves nunca, yo sin duda, me enamore y sin duda volveré. Me encantan estos sitios con personalidad propia, labrada con los años y ajenos a las modas. Son lugares que hablan a quien quiera y sepa escucharlos.

Para entrar hay que subir unas escaleras, la luz es tenue y agradable, el día que estuvimos había una fiesta y tuvimos que pagar una mínima entrada. Tras recorrer unos metros se llega al santa sanctorum de LA PLAYA, la barra, un poco de paciencia para ser atendidos por un agradable camarero y a partir de ese momento a disfrutar de la música y de los tragos. La noche en Valparaíso da mucho juego, os lo aseguro.

Por cierto mucha “culpa” de que lo pasara tan bien esa noche  la tuvo Pablo Garay y la gente de La Maquina del Beat, son jóvenes, apasionados de la buena música y también ajenos a las modas y al marketing discotequero, y esa noche, gran suerte para mi,  se encargaron de pinchar la música. No lo dudéis compadres, cuando vuelva a Valparaíso buscaré alguna de vuestras fiestas.

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