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Frida Kahlo

Hay dos museos, si viajas a DF, la capital mejicana, cuya visita es imprescindible, uno es el Museo Nacional de Antropología y el otro, la Casa Museo de Frida Khalo. En esta ocasión os hablare de este último.

Coyoacan es un barrio alejado del centro, y tiene personalidad propia. Todavía mantiene una vida tranquila, y eso no es poco hablando de la gran urbe mejicana. En sus estrechas calles todavía se conservan bellas casas de la época virreinal y pequeños comercios. Y allí se encuentra la Casa Azul, lugar donde nació, vivió y murió la gran artista Frida Khalo.
Dice una leyenda mejicana: “Nacer y morir en la misma casa es una bendición”, pero nunca se sabe. El nombre de la casa proviene del color añil de sus muros y una vez que penetramos en el interior de esta gran estancia, con patio incluido, iremos descubriendo el mundo y la personalidad de esta pintora cuya obra está considerada como una de las más importantes de Méjico y del mundo.
Nacida en 1.907 tuvo una vida marcada por un terrible accidente que sufrió en su juventud, como consecuencia de él, la hicieron 32 operaciones, siempre vivió con dolores y su obra está marcada por esta particularidad. Casada, divorciada y casada de nuevo por segunda vez con otro gran artista mejicano, Diego Rivera su vida sentimental también fue agitada. Visitar esta casa-museo no es solo conocer la residencia de Frida Khalo sino también hacer un viaje por el Méjico popular.
Hay infinidad de objetos desperdigados por las salas, desde decenas de piezas de cerámicas prehispánica, trajes, joyas de oro, fotografías, jarros, cazuelas, muebles típicos, juguetes de feria, flores de papel, papeles recortados, mascaras y la más extensa colección de exvotos, mas de 2.000, de Méjico. También podremos ver su estudio tal como quedo cuando murió con tan solo 47 años y su cama con unos espejos desde la que pintaba cuando no le quedaba más remedio que estar tumbada debido a los dolores.
Sin duda Frida Khalo ha pasado a convertirse en una artista universal pero a través de ella también podemos descubrir un Méjico alegre, profundo, imaginativo y popular.
Por cierto si la visita os coincide con la hora de la comida, intentar que así sea, acercaros al cercano mercado de Coyoacan. Soy de los que opina que un país no se conoce hasta no haber visitado sus mercados, y este de Coyoacan es una obra de arte. Y acabo con una última recomendación. Dentro del marcado hay dos puestos para comer que me fascinan, Las Tostadas y El Charro, en este último quizás se sirven los mejores tacos de todo DF. Ahí es nada.

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